Una receta para vivir mejor

Cada paso se sentía como una dolorosa descarga eléctrica. A las 10:30 de la mañana, su jefe le dijo a Jolanda White que se fuera a casa. Para el mediodía, ya estaba en la sala de emergencias del Martin Luther King, Jr. Community Hospital.

Y luego, la amputación.

Jolanda lo recuerda claramente. El Dr. Myron Hall, podólogo del MLKCH, se acercó a su cama para darle la mala noticia: tenía una infección bacteriana en los huesos del pie, agravada por la diabetes de tipo 2 que padecía su familia y que había matado a su madre.

“Oh, no, no quiero esto”, le dijo a su médico. Pero no había otras opciones. Sus niveles de azúcar en sangre estaban fuera de lo normal. Ambos pies estaban en peligro. La infección ya no podía controlarse solo con antibióticos.

“Estaba muy, muy enferma”, recuerda.

Tres cirugías y 13 días después, Jolanda salió del Martin Luther King, Jr. Community Hospital (MLKCH) con un dedo menos y una serie de cicatrices en ambos pies.

Pero también salió con un nuevo equipo de atención: Hall, el médico de atención primaria Juan Cabrales y Alex Rivera, trabajador social del MLK Community Medical Group (MLKCMG). Jolanda dice que ese equipo de atención, junto con un innovador programa piloto que da a los enfermos de diabetes las claves de su propia recuperación, le salvaron la vida.

El programa se llama “Receta para la salud”.

La comida como medicina

Jolanda creció en una familia numerosa y amorosa de Nueva Orleans, que concebía la comida en el sentido de “más es más”.

“Mi madre tenía que alimentar a muchos niños, así que cocinaba estas grandes comidas y no sabíamos cuándo parar”, recuerda. “No teníamos sobrepeso, así que pensábamos que estábamos haciendo lo correcto”. 

De adulta, Jolanda recurrió a las comidas rápidas en muchas ocasiones. “Hamburguesa, hamburguesa con queso, cualquier hamburguesa era mi mejor amiga”, dice moviendo la cabeza.

En 2012 le diagnosticaron diabetes en un hospital de Pittsburgh. Dice que recibió poca orientación sobre cómo manejar la enfermedad. 

“Fueron muy displicentes”, recuerda. “Lo hicieron ver como que solo tenías que tomar esta píldora y ya estabas bien”. 

Solo cuando se convirtió en paciente del MLK Community Medical Group escuchó por primera vez que la diabetes podía tratarse de una manera que no implicaba tomar medicamentos.

En junio, el Dr. Cabrales le dijo que era elegible para participar en un nuevo programa piloto para personas con diabetes grave. El programa combinaba las revisiones periódicas con su médico con una “receta alimentaria” que podía llevarse a casa.

Esa receta incluía una caja semanal de frutas y verduras frescas que los pacientes recogen en el hospital, así como recetas, clases de cocina y mucho apoyo del personal.

“Me entusiasmé mucho con el programa”, dice Jolanda. “Supe que era el momento de hacer un cambio”.

Camino a la recuperación

En el sur de Los Ángeles, la mortalidad por complicaciones diabéticas es un 72 % mayor que en la totalidad del condado de Los Ángeles. Gran parte de esto tiene que ver con una aguda falta de proveedores de atención primaria y de especialistas que podrían haber ayudado a prevenir o controlar mejor la enfermedad. Al igual que Jolanda, las personas reciben una atención deficiente o escasa al principio de su diagnóstico. Si no se trata, la enfermedad puede tomar un giro catastrófico. 

En el MLKCH, la amputación diabética, junto con el cuidado de las heridas, es el procedimiento más frecuente del hospital.

“Estamos viendo los resultados finales de muchos años de abandono y falta de acceso a la atención”, dice el Dr. Jorge Reyno, vicepresidente de salud de la población del MLKCH, cuyo equipo supervisa el programa Receta para la salud. “Sabemos que no basta con tratar a la gente en nuestro hospital. Tenemos que darles herramientas para la vida que puedan llevarse a su hogar y utilizar para mantener su recuperación”.

En la actualidad hay más de 144 pacientes inscritos en el programa Receta para la salud. Deben cumplir estrictos criterios de necesidad y ser remitidos por un médico del grupo médico. El trabajador social Alex Rivera, que supervisa las clases de cocina en la clínica del grupo médico en Compton, dice que el objetivo de las clases es asegurar a la gente que una alimentación saludable también puede ser deliciosa.

“Las recetas son buenas, no solo buenas para ti”, dice Alex.

Jolanda está de acuerdo. La ensalada de calabaza que preparó a raíz del programa es ahora su plato estrella. También sabe que la piel del calabacín es comestible, que el aceite de oliva es mejor para cocinar que el vegetal y que, cuanto más coloridas sean sus ensaladas, mejores serán para su salud.

“Fue muy interesante. Nunca supe tanto sobre la comida y lo que puede hacer por ti”, dice.

Y ha contagiado su entusiasmo a su familia. Su hermana la acompañó a una clase de cocina. Y también ha significado una diferencia para su familia. Su tía ha retocado su torta de tamal para hacerla más saludable. 

“Cuando les dije que necesitaba frutas y verduras, fue todo un acontecimiento”, dice Jolanda. “Pero tenemos diabetes en la familia, así que era algo bueno. Y, a cualquiera que tenga diabetes, yo le diría: cambia tu dieta inmediatamente. Significa la diferencia entre vivir y morir”.

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