“Este es mi hogar”, dice Valerie Suarez.

Fue su marido quien le habló sobre el nuevo hospital que se estaba construyendo en el sur de Los Ángeles. Valerie Suarez creció en South Central, cerca del Coliseo, y pasaba los fines de semana visitando a sus abuelos, a dos cuadras de donde se ubicaba el viejo King/Drew Hospital, pero aún no había oído hablar de MLK Community Healthcare (MLKCH). En cuanto investigó un poco, supo al instante que era el lugar adecuado para ella.

Las raíces de Valerie provienen del sur de Los Ángeles: sus padres nacieron y se criaron allí, al igual que ella y sus tres hermanos. “Tenía muchas tías, tíos y primos alrededor. Crecí en este lugar. Esta comunidad es como mi hogar”, cuenta.  

Se postuló para muchos puestos en busca de su oportunidad perfecta. La persistencia dio sus frutos. Cuando MLKCH le ofreció un empleo como transportista en 2017, “no podía estar más feliz”, dice. Sabía que había llegado exactamente al lugar al que pertenecía.

El trabajo dentro del área de transporte

Trabajar en el área de transporte, cuenta Valerie, significa que todos los días sucede algo diferente. Los transportistas actúan como el sistema circulatorio del hospital al garantizar que los pacientes sean trasladados de forma eficiente a donde sea necesario, ya sea a una habitación de hospitalización, al sótano para realizar radiografías o a la puerta principal del hospital con un nuevo bebé.

Mientras estaba embarazada de gemelos a principios de 2020, Valerie se encargó de supervisar los traslados realizados por seis a diez transportistas por turno. Fue un momento difícil para ella, tanto en su vida personal como en la laboral. Estaba atravesando un divorcio. Y justo cuando se estaba por tomar la licencia por maternidad, la COVID-19 se estaba transformando en la nueva realidad.

“Sentía muchas emociones”, recuerda. A los cinco meses de embarazo, sabía que tenía que afrontar el miedo y la incertidumbre con la mayor tranquilidad posible, no solo por ella, sino por sus bebés.

“Era estresante”, dice. “Había mucha incertidumbre. ¿Usamos una mascarilla N-95? ¿Usamos un protector facial? Las cosas cambiaban todos los días”.

El trabajo de los transportistas no solo requiere que entren en las habitaciones de los pacientes, sino que se desplacen ampliamente por el hospital. Su departamento requiere una coordinación estrecha con otros departamentos: las enfermeras controlan dónde están sus pacientes, y se llama a los trabajadores de servicios ambientales (EVS) para que limpien las habitaciones que los pacientes han desocupado. Durante la COVID-19, sus funciones específicas requirieron de debates sobre el equipo de protección personal (PPE) adecuado y sobre los riesgos del control de infecciones.

Pero cuando Valerie tomó su licencia para cuidar a su creciente familia, confió en que su familia de MLKCH mantendría a los pacientes seguros y avanzando sin problemas.

“Aún más compasiva”

En septiembre de 2020, cuando Valerie regresó, se habían establecido protocolos para la COVID-19, incluso cuando los casos comenzaron a aumentar.

El aumento en invierno trajo nuevos desafíos, pero también una excelente oportunidad de marcar la diferencia en el día de un paciente. “Siempre me ha encantado interactuar con los pacientes porque descubres que cada uno tiene una historia diferente”, dice Valerie. “Pero [durante la pandemia], sentí mucha más compasión por ellos”.

Vio cómo muchos luchaban con sentimientos de soledad cuando se suspendieron las visitas. “Había un hombre”, recuerda, “a quien estaba llevando a las salas [de hospitalización]. Estaba luchando por respirar y se podía escuchar el jadeo en su voz. Pero me pidió un favor. Dijo que su teléfono no funcionaba y me preguntó si podía llamar a su esposa”.

Valerie hizo la llamada y le indicó a la esposa del paciente la extensión del hospital a la que debía llamar si quería comunicarse con él, y sostuvo el teléfono en altavoz para que la pareja intercambiara una palabras. “Solo pensé: ¿y si ese fuera mi padre? ¿Y si fuera mi madre? Agradecería que alguien se tomara un momento para llamarnos”.

Fue un recordatorio de las pequeñas formas en las que podía ampliar los aspectos técnicos de su función para hacer algo bueno por los demás, aportando empatía y compasión a los pacientes que atravesaban momentos difíciles. 

Retribuir

Valerie siempre está buscando formas de ayudar a los pacientes, ya sea llevándoles una manta en el Departamento de emergencias o brindándoles palabras de ánimo a las mujeres que salen del trabajo de parto y del parto.

“Siempre trato de hacerlos sentir cómodos, de decirles que todo estará bien. Les da tranquilidad, aunque solo sea en ese momento”.

La compasión que aporta a su trabajo es la misma que aporta a la hora de retribuir. Como empleada nueva, Valerie conoció MLKCH Gives, la campaña anual de donaciones del personal de MLKCH, a través de un evento de presentación en la cafetería. “Comencé a leer un folleto y pensé: ‘¿por qué no mostrar mi orgullo por el lugar donde trabajo devolviendo algo a la comunidad?'”

Estableció una deducción continua en la nómina con el equipo de la Fundación. Eso fue hace más de cuatro años, y “desde entonces, no lo he modificado”. Cada año, Valerie ve con orgullo que su nombre aparece en el Muro de los Corazones.

Ahora que sus gemelos tienen más de un año, la definición de familia de Valerie se ha ampliado, pero su definición de hogar sigue siendo la misma.

“Me produce una sensación diferente el retribuir aquí”, comenta. “Para mí, este es mi hogar”.

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